Entre los activos farmacéuticos que ponemos a disposición de las industrias de fármacos, destacan aquellos que se emplean para la elaboración de ansiolíticos, pero ¿qué son estos últimos? De responder a esta cuestión nos encargaremos en esta entrada de nuestro blog.

Un ansiolítico es básicamente, un medicamento elaborado con ciertos principios activos y excipientes para que pueda ser usado en los tratamientos contra la ansiedad. Entre los ansiolíticos que se pueden recetar destacan azapironas, benzodiacepinas, barbitúricos, meprobamato y bloqueadores de receptores beta no cardioselectivos; por otro lado, para los síntomas somáticos se puede usar propranolol y oxprenolol. Los azapirones, como la buspirona, se recetan con suma frecuencia; estos son química y farmacológicamente muy diferentes de la mayoría de los ansiolíticos restantes y los efectos adversos de la dependencia, la sedación y el deterioro psicomotor son notablemente menores que con las benzodiazepinas. Estas últimas se prescriben para alivio a corto plazo de la ansiedad severa e incapacitante. Los medicamentos comunes como diazepam y el alprazolam se utilizan para tratar una amplia variedad de afecciones y síntomas, y por lo general son una primera opción cuando se necesita sedación del SNC a corto plazo. Los usos a largo plazo incluyen ansiedad severa y psicosis, asimismo, existe el riesgo de síntomas de abstinencia y síndrome de rebote después de unas pocas semanas; también existe el problema adicional de la acumulación de metabolitos de fármacos y los efectos adversos estos.

Entre los aspectos más notables, cabe agregar los siguientes: son sedantes pues ralentizan las funciones corporales; se consideran psicotrópicos que actúan en el sistema nervioso central, con lo cual no sólo relajan, sino que también ofrecen efectos sedantes, anticonvulsivos y amnésicos; su mecanismo de acción es sencillo (incrementan el efecto del ácido gamma-aminobutírico en el cerebro, el cual es un tipo de inhibidor cerebral que relaja y disminuye la actividad neuronal.

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